CUANDO LA REALIDAD TE ABOFETEA

martes, 2 de febrero de 2010

Lo que voy a contarles puede considerarse como algo cotidiano, en un país en el que los valores morales cada día dejan de tener relevancia, y van dando paso a los antivalores, por lo que muchas situaciones realmente preocupantes no pasan de ser meras anécdotas de la vida cotidiana y los personajes que las viven se convierten en ejemplares de una rara pero cada vez más común fauna que muta para adaptarse a la realidad que le toca vivir cada día.
Es así como mi esposo en su costumbre casi extinta en el venezolano promedio, le dio la cola o aventón a una adolescente desde un poblado cercano al nuestro. En el camino le pregunta “¿qué hace una joven como tu en la carretera pidiendo cola y no está en la escuela? ¿Es que no te da miedo que alguien te haga daño? Es peligroso que muchachas como tu se monten con desconocidos, ¿ En tu casa saben que andas por aquí? A lo que la niña le respondió: “Señor en mi casa no les importa lo que hago o dejo de hacer, lo que si les importa es lo que llevo para allá al final de la tarde, de dónde o cómo lo consigo, no”. De nuevo el insiste “¿y es que acaso no vas a la escuela?” para qué voy a ir, le responde ella, estoy inscrita en 6º grado en la escuela del barrio, pero si voy o no igual me tienen que pasar, al final de cada lapso me doy una vuelta por la escuela para que me vean, usted sabe… y en junio, julio voy una o dos semanas y ya, ahora no raspan a nadie. Pero ¿no te da miedo andar sola? ¿Qué haces por aquí?
Mire señor Usted me cae bien, y le voy a contar… Yo no tengo miedo porque mi amiga me acompaña, ella no me deja sola nunca, y se levantó la franela, en la pretina del pantalón, se asomaba la culata de un arma. Él asombrado le dijo ¿y eso? Esta es mi compañera, si yo le dijera que se pare, que vamos al monte que yo puedo ser muy buena con usted, ¿se negaría? La mayoría de los hombres no… Una vez desnudo le quito lo que me de la gana y me voy. Cuando se le pase el susto, a usted le daría pena denunciarme, y si lo hace, los policías le van a preguntar que cómo es posible que intentara acostarse y abusar de una criatura indefensa como yo; si lo piensa mejor no me denuncia y eso es lo que siempre pasa. Cuando no lo logro de esa manera simplemente los encañono les quito lo que valga la pena, me bajo y ya. Un..., y ¿por que no me atracas a mi? Ya le dije, me cae bien, además yo lo conozco, Usted viene del campito que tiene por aquí y se paró a comprarle algo a su esposa, a ella también la conozco, es profesora y trabaja en el liceo; ustedes viven en la urbanización cerca de mi casa.
Cuando yo era ¡chiquita!, un día aproveché el descuido del vigilante del portón de la urbanizacczación donde ustedes viven y entré a pedir comida con mi hermana, nadie nos atendió, cuando toqué la puerta de su casa usted me abrió, me dio un paquete de pasta unas latas y me dijo que regresara en la tarde cuando su esposa estuviera en la casa que ella me iba a dar otras cosas, cuando regresé ella venía llegando con un señor de barba que trabajaba en la Alcaldía y ella le dijo “esta es la niña de la que te hablé, visítala y ayúdala por favor, estas niñas corren peligro en la calle”. Entró a la casa y salió con una bolsa grande llena de comida, ropa y juguetes para mi y mi hermana, usados pero nuevecitos, nunca se me olvida que alguien se preocupara por nosotras. El pajuo de la Alcaldía nunca apareció, pero saber que alguien pensó en nosotras, en que tuviéramos una oportunidad eso me hace sentir bien a ratos. Párese señor que aquí me bajo.
Cuando mi esposo me contó lo que le había pasado, vino a mi la imagen de las dos niñitas que una vez fueron a mi casa. En esos días había ganado las elecciones municipales un alcalde revolucionario y algunos de los nuevos altos funcionarios eran amigos de mi familia, a uno de ellos le pedí que atendieran a esas niñas que estaban en alto riesgo, le dije “aquí está una oportunidad para que demuestres que la cosa no es puro bla, bla, y que se puede pasar de la teoría a la práctica, con situaciones puntuales, no más asistencialismo sino la solución de problemas de raíz, convenceme de que ustedes son realmente lo que el país necesita”. Ahora, seis años después observo que las cosas siguen siendo peor de lo mismo, esa niña que este señor pudo ayudar en su momento ahora está en las calles poniendo en riesgo su vida y la de otros. Dos días después del incidente supe que hay una banda de delincuentes juveniles en la que participa una jovencita de mas o menos 13 años; la edad que debe tener esa niña que hace seis años tocó mi puerta. Esta banda se dedica al secuestro expres, al atraco y ¿quién sabe a qué más? ¿Hasta que punto soy corresponsable de lo que le pasó?, ¿Por qué tuve que confiar en que ese amigo haría lo correcto? ¿Qué tanto pude haber hecho para revertir esa realidad que se asomaba ante mis ojos y que ahora me abofetea la cara? Pude hacer algo por cambiar unos hechos que cada día son más frecuente y que parece que a nadie les preocupa, ¿Tendrá esta niña aun una oportunidad para romper con la espiral de la violencia en la que nos vemos inmersos? Pido a Dios que asía sea.